La cuarta fase o fundamento de Ground es la de Coach. En ella nos centramos en la importante figura del coach.
Son muchas las cualidades que definen a un gran coach, pero su hubiese que destacar una sobre el resto, seria sin duda la actitud. La actitud es lo que marcará la diferencia, como casi todo en la vida.
Pero si nos centramos en una clase, una sesión personalizada o un grupo reducido, la actitud con la que te enfocas a ello se va a respirar en el ambiente. La forma en la que entras por la puerta, la expresión de tu cara, tu energía…será contagiada automáticamente al resto de la clase, y por consiguiente en la actitud de ellos, y la consecución o no de sus objetivos.
Un coach de Ground no podrá llegar a serlo sino conoce los por qué. Quizá en otras disciplinas puedas llegar a ejercer simplemente sabiendo ejecutar los ejercicios, aquí no. Si no entiendes los por qué, no conocerás lo que buscamos con los mesociclos de Ground, lo que buscamos conseguir en el proceso, más importante incluso que los ejercicios o skills en sí mismos.
La expectativa, es otra palabra clave. La expectativa u objetivos que generes en tus alumnos, dónde quieres que lleguen, pero, sobre todo, dónde consigas que ellos quieran verse entrenando Ground. Bajo mi punto de vista, y más en una disciplina como esta, será fundamental la gestión de emociones, sensaciones y ganas del alumno, y esto será gran parte del trabajo del coach durante la sesión.
No podrás aplicar regresiones, no podrás entender las limitaciones de tus alumnos, no podrás explicar cuál es el fin del ejercicio, ni explicar lo que deben sentir al ejecutarlo, si no has acumulado la suficiente experiencia antes de comenzar a impartir sesiones de Ground. En muchas ocasiones se debate…un buen coach, debe tener más teoría, más práctica…ambas… ¿cuál es la respuesta correcta? Como he dicho anteriormente, será clave el conocimiento teórico en cualquier sector y para cualquier profesional, de eso no cabe duda. Pero para un profesional del movimiento, deberá ser requisito indispensable tener experiencia en el mundo del ejercicio, del entrenamiento y del movimiento. Sin ello, siempre te estará faltando algo clave en la enseñanza de dichos movimientos, y lo más importante, reconocer realmente cuáles serán las mayores dificultades de la persona a la que quieres enseñar.
El mejor coach, no siempre tendrá que ser el mejor atleta, o el mejor ejecutor, ni si quiera el que más experiencia y conocimientos tenga, sino el que mejor sea capaz de guiar al alumno. Poder sacar el máximo potencial de cada persona, saber encontrar sus puntos débiles, evitar su frustración sabiendo aplicar correctamente las adaptaciones adecuadas, las palabras adecuadas y la planificación correcta, será un camino difícil, pero a la vez la clave del éxito de tus alumnos, es por eso, que la calidad de un buen entrenador, de un buen coach, se puede medir observando a sus alumnos.
La importancia del cómo. A veces el mensaje es bueno, muy bueno, pero el código o el canal no son los correctos. La docencia, la enseñanza, y por tanto el aprendizaje estará altamente marcado por el cómo transmitamos el mensaje y la información, para que esta, pueda ser aplicada y transformada en conocimiento por nuestros alumnos. La voz del coach, el tono usado durante la clase, los cambios de dicho tono, los silencios, el exceso o no de información, las palabras clave, y el cómo dirigirte a cada alumno serán una cualidad muy importante a trabajar para lograr grandes resultados en tus sesiones, sean personales o con grupos reducidos incluso grandes charlas, seminarios o masterclass.
